«¿Por qué trajiste a esta intrusa?» Mi suegra intentó echarme de la familia, pero terminó exponiéndose a sí misma con su comportamiento tóxico (2024)

Cuando Carlos yyocomenzamos asalir, sumadre metoleraba con una sonrisa forzada. Pero cuando nos casamos yempezamos avivir bajo elmismo techo, perdió los estribos. Enunaño, misuegra convirtió mivida enuninfierno, pero niseimaginaba que elbumerán leregresaría enlacara.

Esta historia lacontaré desde laperspectiva delaprotagonista, mihermana. Apetición suya, algunos nombres ydetalles han sido cambiados.

Parte1: Hola, soy tusuegra

María Elena esuna mujer deprincipios estrictos, una educadora jubilada. Cree que solo hay dos opiniones enelmundo: lasuya ylaequivocada. Susegundo principio esque suCarlitos merece lomejor. Tiene una madre ejemplar: comprensiva, trabajadora, adecuada. Por supuesto, nohay otra mujer como ella, pero sunuera debe entender que ella eslanúmero2, aunque tiene algo aloque aspirar.

Lorena, laprimera esposa deCarlos, era considerada por sumadre como undesastre. Noestudió enlauniversidad, trabaja enuna tienda, semaquilla demanera llamativa, seríe deforma desagradable ylimpia mal elinodoro. Cuando Carlos sedivorció deLorena, María Elena saltó dealegría. ¡Ojalá suhijo encontrara ahora auna mujer digna! Pero Carlos secasó conmigo.

Los recuerdos demisuegra sereescribieron deinmediato. Resulta que Lorena era una buena chica. Sí, sin educación, pero almenos nopretendía ser algo más. Semaquillaba vulgarmente, pero quería ser atractiva alos ojos desuesposo, solo lefaltaba sentido del estilo. Podría haber limpiado mejor, pero almenos noponía los ojos enblanco cuando selepedía educadamente que limpiara las ventanas ypreparara lamesa para lallegada delas amigas desusuegra enlanoche desábado.

Todo comenzó enlaboda. Misuegra comenzó aajustar mivestido, diciendo: «Lorena, planchaste mal aquí, seformaron arrugas». Mequedé atónita: «María Elena, elvestido está bien. Yyosoy Lucía». Misuegra melanzó una mirada maliciosa: «Sí, noeres Lorena...». Cuando sealejó, mepareció escuchar: «Qué lástima».

Enelbanquete, María Elena mellamó Lorena 30veces. Sequejó envoz alta con suhermana deque sunuera comía mucho. Durante nuestro primer baile, meapartó ybailó unvals con Carlos. Ynunca olvidaré subrindis: «Vivan enarmonía ynoseapresuren atener hijos, porque esuna gran responsabilidad. Muchos sedivorcian porque lamujer noestá preparada para ser esposa ymadre».

Parte2: Bienvenida alinfierno

Noteníamos dinero para unapartamento, así que nos fuimos avivir con los suegros. Lapequeña habitación deCarlitos seconvirtió enlanuestra, eldormitorio delos padres seloquedó misuegro, yMaría Elena semudó alasala.

Desde elumbral, misuegra comenzó adecirme dónde guardar las ollas ycómo planchar las cortinas. Luego añadió: «Cámbiate, omancharás elvestido cuando laves los platos». Resulta que antes del banquete, los padres deCarlos decidieron «comer bien encasa». Notuvieron tiempo derecoger lamesa, que estaba llena deplatos sucios, cubiertos ybandejas. «También lava laestufa, por favor. Estaba haciendo panqueques yensucié lasuperficie», recordó María Elena ysefue aleer unlibro antes dedormir.

Enmedio delanoche, vino acontar eldinero que nos habían regalado. Inmediatamente, comenzó acalcular enqué gastarlo. Primero decidió comprar una nueva lavadora: «Trajiste unmontón deropa. Noentiendo para qué necesita tantos vestidos cortos una mujer casada. Dios, yonunca usaría algo así».

Nos despertamos alas 6de lamañana: María Elena vino aventilar nuestra habitación. Lahabitación sellenó con suvoz chirriante: «Los manzanos yperales florecían...». Era unotoño lluvioso.

Pensaba que lanuera debía complacer alasuegra, eslamadre demifuturo esposo, después detodo. Yella debería entender que nosoy sucompetidora. ¡Ja! AMaría Elena nolegustaba nada deloque hacía. Cualquier intento detener una conversación humana era cortado por ella. Cada día tenía hasta 10comentarios para mícomo:

  • «¿Quién teenseñó apelar papas? Meiré alaquiebra sisigues pelando lapiel entrozos tan grandes»
  • «¿Plancharon eltul? ¿Por qué noguardaste latabla deplanchar deinmediato?»
  • «Noleas enelbaño, laluz noesgratis».

«Probé tus albóndigas, nomegustaron. Pero nopreparaste nada más, así que tusuegro yyolas comimos. Oh, tendré que tomar unas pastillas.»

Inmediatamente, dijo que dividiríamos los gastos deservicios públicos «entre dos familias». Recogía los recibos yhacía los cálculos, luego nos daba unpapel con lasuma, que teníamos que pagar enefectivo deinmediato. Sinoteníamos eldinero enese momento (Carlos yyotrabajábamos enlamisma empresa por untiempo yamenudo nos retrasaban elsalario), misuegra seenfurecía yllamaba asuhermana. Necesitaba contarle cómo sunuera caprichosa, decidió que podía vivir aexpensas desusuegra.

Comprábamos los alimentos por separado: yopara nosotros, misuegra para ella ysuesposo. Pero lacarne que compraba podía desaparecer durante lanoche. Cuando lepreguntaba silahabía tomado, gritaba: «¿Me estás llamando ladrona? ¡Como simeimportara tucarne!», yluego llamaba asuhermana. Necesitaba quejarse deque sunuera selacomía toda. Lorena, aunque era una chica simple, sin lujos, almenos nocomía tanto.

Encierto momento, nos prohibió usar elrefrigerador. Antes teníamos unestante asignado, pero los alimentos que caían enlos estantes demisuegra automáticamente seconvertían ensupropiedad. Pero secansó deque laelectricidad común segastara enenfriar mis alimentos.

Luego prohibió eluso delaestufa, elmicroondas ylatetera. Resulta que ocupaba lacocina por mucho tiempo, mis albóndigas apestaban toda lacasa, yademás robaba sus bolsitas detéLipton. Carlos yyobuscamos ensitios deanuncios ycompramos una pequeña nevera, una estufa demesa con 2quemadores, una olla yuna sartén portátil. Todo tuvo que ser apretujado ennuestra pequeña habitación. Platos, tazas ycucharas separados yalos habíamos comprado antes, pero ahora también los llevamos anuestra habitación.

Misuegra empezó aproyectar suodio hacia míensuhijo. Empezó aregañar aCarlos por tardar mucho enbañarse, hablar envoz alta ydejar dedecirle cuánto dinero ganaba. Y, sobre todo, ¿por qué había traído a«esa sanguijuela» alacasa? Miesposo sedefendía, pero creía que dealguna manera sobreviviríamos. Tener untecho sobre nuestras cabezas era lomás importante. Pero amisuegro noleimportaba. Pasaba casi todo eltiempo con sus amigos enelgaraje. Trataba denodestacar yapenas secomunicaba con suesposa.

Enunmomento dado, María Elena declaró que noera uncentro debeneficencia. Debíamos pagarle una cantidad fija almes por vivir allí. Ante mis súplicas demudarnos, miesposo respondía: «Escaro. Mamá sevolverá loca». Pagamos, pero seguimos viviendo encondiciones precarias.

Parte3: Lanuera contraataca

Misuegra siempre husmeaba ennuestra habitación, movía mis cosas ypodía «accidentalmente» derramar café enlacama oromper mis medias. Una vez, tiró mis botas nuevas porque eran «demasiado rurales». Yahí semeacabó lapaciencia.

Declaré que descontaría elcosto delas botas denuestro pago mensual yobligué amiesposo ainstalar una cerradura enlapuerta. Anteriormente, sumadre lohabía prohibido yCarlos «noquería tensar lasituación». ¡Así que alamañana siguiente esa loca desmontó lapuerta desus bisagras! ¿Cómo mevengué? Deuna forma bastante ingeniosamente.

Ordené una puerta blindada potente para ser entregada eldía enque misuegra planeaba salir con sus amigas. Tomé eldía libre yllamé alinstalador. Measeguré deque lapuerta fuera muy difícil dequitar. Además, pedí que lavieja puerta seadjuntara almarco delacama enlasala. Elhombre memiró extrañado, pero fijó lapuerta allecho demisuegra. Coloqué uncolchón encima ymefui atomar uncafé. Misuegra regresó amedianoche.

Por lamañana, María Elena sequejaba deque casi nohabía podido dormir: algo lepinchaba enelcostado omironquido era tan fuerte que incluso através delapared era insoportable escuchar esa cacofonía. Luego fue ahacer lacama. Sugrito seescuchó entodo elvecindario. Intentó mover lapuerta, pero fue envano. Gritó yllamó alapolicía. Vinieron, laescucharon ysefueron.

Undía, Carlos anunció que seiba deviaje denegocios por 2meses. Laempresa estaba abriendo una nueva sucursal. Sisedesempeñaba bien, recibiría unascenso, así que definitivamente tenía que irse. Antes departir, miamado mepidió que noprovocara problemas yprometió que todo searreglaría.

Misuegra comenzó adesatar sufuria. Undía declaró que mis bragas habían obstruido elfiltro dedrenaje. Así que ahora tendría que lavar miropa amano. Yque nosemeocurriera colgarla enelbaño, porque «los hombres miran esa indecencia». Empecé allevar miropa alacasa demis padres, pero decidí vengarme delabruja.

Compré 6pares detangas rosa brillante detalla XXLy, armada con una aguja ehilo, bordé variaciones del nombre demisuegra: «María», «Maruca», «Mary», yasí sucesivamente. Esperaron eldíaX: misuegra organizaba una reunión con antiguos colegas enhonor aalguna fecha importante para ellos.

Mientras lafuria semovía alrededor delamesa, los invitados iban albaño alavarse las manos. Medivertí viendo cómo salían deallí. Laprofesora dematemáticas sepuso roja, laprofesora deliteratura casi sedesmayó, pero elprofesor deeducación física (aquien misuegra nolegustaba, pero necesitaba unhombre enlamesa con sus amigas matronas) salió contento. Cuando todos sesentaron, hubo unincómodo silencio. Después deunrato, misuegra fue albaño, vio los 6pares debragas con sunombre enlacuerda ycorrió agolpear nuestra puerta. Noabrí porque estaba acostada riendo.

Por lanoche hubo unescándalo. María Elena gritaba, escupía veneno yjuraba que «nojugaría más». Ypor lamañana derepente anunció que ella ysuesposo seiban asucasa decampo porque era imposible estar enelmismo territorio queyo. Realmente sefueron, prometiendo regresar enuna semana odos. Feliz, tomé unas vacaciones, yluego vino lopeor.

Parte4: Elnocaut

Latranquilidad deesa mañana sevio interrumpida por una llamada deMaría Elena. Mepidió que fuera alacasa decampo. Tenía lapresión alta, suesposo sehabía ido aalgún lugar con unvecino, estaba sola. Llamó auna ambulancia, ledijeron que simplemente seinyectara. Sí, nonos llevábamos bien, pero ¿podría superar miorgullo yvenir? Ydepaso comprar las inyecciones, porque nohabía una farmacia decente cerca delacasa decampo.

Empecé aprepararme, nosoy unmonstruo después detodo. Temblé enelautobús por elcamino lleno debaches durante una hora ymedia, solo para encontrar alabruja cavando enlos jardines. Balbuceó que había encontrado pastillas, habían bajado supresión, sesentía mejor. Pero yaque había venido, ¿tal vez podríamos tomar unté? Mesorprendí aún más cuando empezó aconvencerme derecoger flores para poner enunjarrón encasa. Alregresar con unramo depeonías, decidí despedirme eirme deallí.

Más cerca delaciudad, comenzaron allegar mensajes detexto sobre llamadas perdidas demiesposo. Finalmente, había señal móvil, enelcamino casi nohabía onofuncionaba enabsoluto. Cada día, Carlos yyohablábamos alrededor delas 19:00, porque trabajaba delamañana alas 18:00y nopodía salir. Sin entender qué podría haberlo llevado allamarme durante eldía, llamé amiesposo. Colgó ynocontestó elteléfono durante aproximadamente una hora.

Luego medevolvió lallamada ydijo que estaba solicitando eldivorcio. Mimundo sederrumbó.

Parte5: Sospechas

Carlos regresó acasa tres días después, afirmando que conocía mis supuestas infidelidades yexigiéndome que empacara mis cosas. Entre lágrimas ydiscusiones, supe que sutío favorito, elesposo delahermana desumadre, había estado insistiendo encomunicarse con élese día, llegando incluso aenviarle unmensaje detexto urgente.

Preocupado, Carlos seapartó unmomento para llamar asutío, quien lesoltó laimpactante noticia: «Lucía está llevando hombres acasa mientras noestás. Lagente haestado hablando deesto durante mucho tiempo, pero noquería ser unchismoso. Sin embargo, acabo dever aLucía saliendo del edificio con unhombre. ¡Carlos, seestaban besando!»

Miesposo comenzó areprocharme, pero elteléfono parecía estar apagado. Medefendí explicando que había visitado lacasa decampo desumadre. Mellamó mientras regresaba, ysabes que enese camino laseñal escasi inexistente.

Carlos contraatacó, alegando que yahabía hablado con sumadre yque yonohabía estado enlacasa decampo. «¿Qué ibas ahacer allí, detodos modos? ¿Ayudar alaanciana yenferma suegra enelcampo? Claro, seguro». Además, mencionó que sumadre mehabía llamado por algo importante, pero corté lallamada yseescuchó una voz masculina defondo. Tal vez María Elena seconfundió, noloafirma con certeza, pero nosesorprendería sidescubriera que sunuera está engañando mientras suhijo está enunviaje denegocios.

Intenté profundizar más. ¿Quién estaba esparciendo rumores sobre mis supuestas infidelidades? ¿Qué hacía eltío cerca denuestra casa? ¿Por qué sumadre mentía tan descaradamente? Carlos notenía respuestas, solo gritaba. Luego aceptó que lasituación era extraña, pero sugirió que sería mejor vivir separados yreflexionar sobre todo. Estaba cansado delas constantes peleas encasa. Con Lorena, sumadre también tuvo problemas, pero nunca llegaron aeste extremo. Nunca insinuó siquiera que sunuera fuera infiel. «¿Quizás nohay humo sin fuego, eh, Lucía?»

Mesentí tan dolida que empaqué mis cosas ymefui acasa demis padres. Nopodía entender cómo María Elena había ideado semejante trampa. ¿Por qué Carlos lecreía aella ynoamí? ¿Debería siquiera intentar probarle algo después deloque dijo sobre Lorena?

Mimadre meaconsejó: «Simplemente ignóralo». Yagregó: «Están todos locos allá».

Parte6: Larevelación

Lavieja bruja sedelató asímisma. Estaba tan contenta con suvictoria que lasaboreaba una yotra vez con sucómplice, suhermana. Lamisma que durante meses había estado incitando asuesposo, elquerido tío deCarlos, ylehabía contado «rumores» sobre míengañando. Lamisma que vino aregar las flores, pero mevio salir del edificio con unhombre ajenoy, siendo una mujer decente, llamó inmediatamente asuesposo. Lloraba, diciendo que nopodía contarle asuhermana niasusobrino, aquien engañaban descaradamente mientras élganaba elpan para lafamilia. YLucía claramente había puesto asuesposo encontra desumadre ysutía, así que nolecreería. Sería mejor que eltío lecontara aCarlos. Solo nodigas que latía atrapó aesa víbora.

Elplan era tan seguro como unreloj suizo, pero nodeberían haberlo discutido por teléfono, olvidando que elhijo yanoestaba enunviaje denegocios yllegaba acasa después del trabajo. Reuniendo varias piezas del rompecabezas, Carlos organizó una reunión para todos ytuvo una revelación.

Miesposo estuvo esperando debajo demis ventanas, trayendo flores, arrodillándose. Estaba increíblemente herida, pero almismo tiempo, fue agradable. Sefue decasa, pasó algún tiempo durmiendo enlacasa deunamigo. Ycuando sugirió alquilar unapartamento enotra ciudad (laempresa incluso compensaría parte del alquiler), acepté.

El12de marzo fue elcumpleaños deMaría Elena. Nadie nos invitó alafiesta. Ynolallamamos.

«¿Por qué trajiste a esta intrusa?» Mi suegra intentó echarme de la familia, pero terminó exponiéndose a sí misma con su comportamiento tóxico (2024)
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